Hoy nos vamos a centrar en un aspecto al que muchos jugadores no prestan la atención debida: el afilado de los dardos. ¿Te imaginas a un tenista descuidando la tensión de las cuerdas de su raqueta? ¿O a un golfista ignorando el estado de sus palos?
Sí, los dardos deben afilarse con regularidad y el estado de las puntas tiene importancia en varios aspectos. Y si hasta ahora no lo habías pensado, es posible que te asalten varias preguntas sobre el proceso, el resultado o la frecuencia del afilado. No te preocupes, estamos aquí para responderlas.
Contenidos
- Ni demasiado, ni demasiado poco: el afilado correcto.
- Ojo con las rebabas y los ganchos.
- El afilador de dardos.
Ni demasiado, ni demasiado poco: el afilado correcto.
Es obvio que cuando pensamos en afilar los dardos, lo primero que nos viene a la cabeza es una punta desgastada y roma que no se clava bien en el tablero. De modo que podemos creer que afilar un dardo debe llevarnos a tener una punta tan punzante como sea posible, ¿verdad?
Error.
Sí, un dardo puede llegar a estar excesivamente afilado. ¿Y por qué es malo afilar la punta de tu dardo en exceso?
Aunque te pueda resultar extraño, un dardo excesivamente afilado puede provocar un mayor grado de rebote. ¿Que cómo es posible? Piensa en esto: ¿cuántas veces has impactado con tu dardo en la estructura metálica que separa cada segmento de la diana? Muchas. Incontables. ¿No es así?
Pues bien, si la punta de tu dardo está afilada en exceso lo que ocurrira es que el dardo en lugar de resbalar sobre el metal, tenderá a rebotar, perdiendo fuerza, saldrá rechazado y además dañará la estructura con pequeñas marcas y abolladuras.
Bueno, podrías pensar, pero al menos se clavará con firmeza cuando evites la estructura metálica. Es cierto: se clavará, también en exceso. Un dardo demasiado afilado penetrará demasiado en el sisal, pudiendo llegar a dañar el fondo de la diana y perjudicando a las propias fibras de sisal. Y si además, alguno de esos dardos ha tenido un contacto con la estructura metálica, es muy posible que su punta excesivamente delgada se haya curvado ligeramente. Y créenos, esos pequeños ganchos son uno de los peores enemigos de las fibras internas de tu tablero como te explicábamos en nuestro artículo sobre cómo cuidar tu diana.
Evidentemente tampoco queremos lo contrario. Si no, nada de lo que te estamos contando sobre el afilado de los dardos tendría sentido. Un dardo con la punta roma es básicamente inútil. Una punta roma no será capaz de traspasar las fibras prensadas de la diana: no penetrará en el tablero y tenderá a salir rebotado y caer tristemente al suelo.
Además, un dardo romo tampoco es bueno para tu diana. La punta de un dardo correctamente afilado se abre paso entre las fibras del tablero, empujándolas y quedando prensada y atrapada entre ellas. Sin embargo, una punta roma golpeará las fibras y las empujará hacia el interior. De esta manera, las fibras no regresan a su lugar al retirar el dardo y esto provocará agujeros permanentes en el tablero.
A estas alturas es posible que estés rascándote la cabeza y preguntándote cómo debe ser la punta perfecta de un dardo entonces. Pues bien, debe ser afilada, sí, pero no hasta el extremo de resultar peligrosamente punzante. El extremo final debe ser ligeramente, sólo ligeramente redondeado. Si al tocar la punta con la yema de tu dedo temes que pueda atravesarte la piel si te descuidas, como te pasaría con una aguja o un alfiler, entonces el afilado es excesivo.
Ojo con las rebabas y los ganchos.
Ya te hemos comentado que uno de los riesgos de afilar demasiado la punta es que al golpear el metal ésta se deforme creando un pequeño gancho o una rebaba. Si le tienes un mínimo aprecio, nunca utilices un dardo así con tu diana. Imagina ese minúsculo gancho penetrando las fibras de su interior y luego prendiéndolas y arrancándolas de su lugar al extraerlo. Eso es algo realmente malo.
Pero ojo, este no es un defecto exclusivo de los dardos excesivamente afilados. De hecho, es un mal bastante habitual, que la mayoría de las veces tiene su origen en un lanzamiento desafortunado que golpea una pared o el suelo. Así que si alguna vez tu dardo se encuentra con uno de esos golpes, revisa bien la punta antes de volver a utilizarlo.
El afilador de dardos
Y aquí entra en juego uno de esos pequeños elementos que todo jugador de dardos debería tener pero que muchos aún se empeñan en pasar por alto: el afilador de dardos.
Y resulta más extraño todavía, porque el afilador es una herramienta barata y sencilla de utilizar. ¿Cómo se usa un afilador de dardos? No tiene ningún misterio, ya lo verás.
Simplemente, inserta en el afilador la punta que quieras corregir. Cuando esté preparada, realiza movimientos circulares leves y constantes durante unos segundos. Extrae la punta y comprueba su tacto. Debe ser suave y uniforme. Si en algún punto es áspera o irregular, repite el proceso y vuelve a comprobarlo.
Ya está. Rápido y sencillo. Te recomendamos aplicar siempre una intensidad mínima. Si te excedes, te arriesgas a desgastar y dañar la punta. Así que es preferible emplear unos segundos más y repetir el proceso por haber sido demasiado cuidadosos que pasarnos de la raya y arruinar el dardo.
En resumen
Si aún no tienes uno, te aconsejamos que te hagas lo antes posible con un afilador y lo mantengas siempre junto con tus dardos. Unas puntas correctamente afiladas ayudarán a reducir tus rebotes y contribuirán a alargar la vida de tu diana.
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